Las mafias criminales de pilotan y dirigen las pateras, los cayucos y las lanchas neumáticas, repletas de inmigrantes ilegales africanos, siguen trayendo a cientos de inmigrantes ilegales africanos a la costa canaria.
Por JUAN DE LA CRUZ
Vaya de entrada que escribo estas líneas con el mayor sentido humanitario, con la mayor solidaridad con los inmigrantes ilegales, ante sus tragedias y dramas personales, familiares, sociales, y, así mismo, con el mayor respeto y consideración a todos y cada uno de esos inmigrantes que, hartos, cansados y desgarrados, se echan a la mar, de forma desesperada para abrazar la costa canaria. Y de ahí en adelante, el azar. Y, en determinados casos, las puertas abiertas de par en par.
Una nueva patera llegaba en el día de ayer al Muelle de Arguineguín. Esta vez lo ha hecho con 56 subsaharianos a bordo, 53 hombres, dos mujeres y un niño. Lo que ya no es ninguna noticia, más allá de unas cuantas líneas, en las que se deja constancia del hecho informativo en sí. Lo que es noticia mi con nombres y apellidos de quienes procedentes de Marruecos, de Mauritania, de Senegal, de Costa de Marfil, de Gambia, y de otros países, luchan, de forma desgarrada, por abandonar esos países, por una serie ilimitada de circunstancias, entre las que destacan las políticas, las económicas, las sociales. Y, sobre todo, las de la desesperación.
Las mafias criminales de pilotan y dirigen las pateras, los cayucos y las lanchas neumáticas, repletas de inmigrantes ilegales africanos, siguen trayendo a cientos de inmigrantes ilegales africanos a la costa canaria.
El pasado año 2024 se batió el récord de llegada de inmigrantes ilegales africanos a Canarias, con 39.910 personas, Lo que se dice pronto. Pero que se escriben entre palabras del más duro y cruel sufrimiento y desgarro humano, mientras las mafias operativas de las redes criminales siguen haciendo día a día su agosto, su agosto, ahora que a lo largo del mes de enero, ya han dejado la friolera de 7270 inmigrantes.
Una tragedia verdaderamente difícil de comprender. Sobre todo porque cada llegada de un cayuco, de una patera, de una lancha neumática, cuajada de inmensos dolores humanos, de muchos sacrificios, y en condiciones la mar de adversas y duras, supone y representa una victoria de esas mafias, insistimos, criminales de principio a fin, que se forran con unos dineros de esos inmigrantes que salen de sus países a pecho descubierto y tratar de luchar, cada día, por un futuro mejor para los suyos y para ellos…
Unas travesías, las de las costas africanas hasta las españolas de Canarias, que, a estas alturas del siglo XXI, la era de la tecnología y de la informática, no hay manera de comprender. ¿Cómo se pueden violar los radares, las fronteras, y traspasar, con total impunidad, esas aguas africanas, para ser localizados, como es habitual, a unas cuantas millas de las costas del archipiélago?
Ya se pueden seguir predicando desde el Palacio de la Moncloa y desde el Gobierno las cuestiones migratorias que se quieran exponer… Pero el hecho evidente y real, a pie de calle, a pie de ciudadano, es que las mafias criminales que trafican con los inmigrantes ilegales, a ambos lados de la mar atlántica, ganan, y lo hacen por goleada, a la red combativa contra las mismas desde el Gobierno de España, que no parece sino que son poco, escasa o casi nada operativas.
Ni que se siente Pedro Sánchez con el Rey Mohamed VI de Marruecos, ni que acuda a entrevista con Mohamed Ould Ghazouani, presidente de Mauritania, como acaba de hacer, acompañado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y ofrecerle 300 millones de euros, «para frenar el repunte de la migración irregular». ¿Y…?
Pues eso. Entréguele esa cantidad al campo español, por ejemplo, tan desatendido y que el ministerio del Interior organice con más sentido de la responsabilidad las fuerzas operativas entre las fronteras marítimas…
Le guste o no el gobierno de España sigue perdiendo cada día ante las mafias criminales mientras otros hacen negocios con los inmigrantes ilegales que se expanden por toda la geografía española, siempre tan solidaria, tan humana, tan abierta, tan hospitalaria y tan acogedora.