«En este momento, la papa de Gran Canaria, que se consume fundamentalmente de abril hasta agosto, se ha vendido mucho más rápido este año –incluso se ha comercializado en Tenerife-, por lo que casi no quedaba producto local en el mercado, apenas un 1% o 2%«.

La situación ya es ampliamente conocida, pero les hago un pequeño resumen. Hace unos días, a finales de agosto, unos importadores de papas (que no representan a la mayoría) tuvieron problemas con unos contenedores de papas importados desde Inglaterra al haberse encontrado en unas plantaciones del país anglosajón unas larvas de Escarabajo Colorado, una peligrosa plaga. Para salvaguardar el sector local, se prohibió su entrada en Gran Canaria.

Poco después, el presidente de esta asociación de importadores minoritaria lanzó un mensaje alarmista diciendo que los supermercados de Canarias se podían quedar desabastecidos de papas durante 4 o 5 meses y perderse miles de puestos de trabajo vinculados a la importación y distribución de este tubérculo, fundamental en la dieta de la ciudadanía canaria.

Ante esta situación me vi obligado a desmentir rotundamente este mensaje tan dañino e incierto y a apoyar las declaraciones hechas previamente por el consejero insular Miguel Hidalgo. La prohibición solo afecta a las papas que llegan a Canarias desde Inglaterra y no desde otros países productores como Egipto, Marruecos o Israel. Y tengo que decir que este mensaje se lanzó probablemente con la intención de generar una alarma social y política que favoreciera la flexibilización de los controles fitosanitarios a la importación de papas, además de intentar conseguir que se levantara la prohibición de entrada de los contenedores retenidos en el puerto de Las Palmas. Sumado a todo esto, algunos medios de comunicación se hicieron eco de la alarma inducida y les dedicaron portadas y amplios espacios informativos. Amplificaron la manipulación.

Como suele pasar con este tipo de declaraciones alarmistas, se produce una “profecía autocumplida” o “efecto Pigmalión”: el mensaje causa alarma entre la población que se lanza a los supermercados, mercados y fruterías a comprar grandes cantidades de papas ante el supuesto riesgo de desabastecimiento y se empiezan a provocar tensiones y riesgos en el suministro. Esto hace que comience la especulación y suba mucho el precio de la papa (incluso se ha llegado a ver por encima de los 5 euros el kilo), lo que obliga a algunas superficies a restringir la cantidad de papas que se pueden comprar por persona. Algunos desaprensivos intentaron, incluso, comprar papas en los comercios de venta para revenderlas.

Ocurre, además, que estamos en un momento en el que hay muy poca producción local. En este momento, la papa de Gran Canaria, que se consume fundamentalmente de abril hasta agosto, se ha vendido mucho más rápido este año –incluso se ha comercializado en Tenerife-, por lo que casi no quedaba producto local en el mercado, apenas un 1% o 2%.

Más allá de las consecuencias inmediatas de este hecho, como es el incremento de precios, creo que esta situación debería servirnos para seguir haciendo una profunda reflexión sobre la imperiosa necesidad de avanzar hacia la soberanía alimentaria en Gran Canaria y Canarias. Pero ¿qué es la soberanía alimentaria de la que llevo tantos años hablando?

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), usaba el concepto de “seguridad alimentaria” para referirse a la situación en la que “todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”. Pero la ONG Vía Campesina, con motivo de la cumbre de Roma de la FAO, acuñó el término “Soberanía alimentaria” para referirse al “derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sostenibles de producción, distribución y consumo de alimentos con base en la pequeña y mediana producción y no en el agroextractivismo”.

Con esta definición Vía Campesina ampliaba el foco, ya que solo es posible conseguir la seguridad alimentaria a través del fomento de la producción local, apoyando a los pequeños y medianos agricultores y ganaderos, con formas de producción respetuosas con el medio ambiente, o evitando la competencia desleal de importaciones de productos subvencionados por las grandes potencias productoras.

Es de sobra conocido que en los dos mandatos que llevo presidiendo el Cabildo de Gran Canaria he situado la soberanía alimentaria como uno de los ejes de mi gobierno. Así, en 2016, consensuamos, diseñamos y pusimos en marcha el Plan Estratégico del Sector Primario de Gran Canaria, con una visión clara “Hacia la soberanía alimentaria: una isla sostenible”, enmarcado en el modelo de Ecoísla. Ese plan se basaba en 5 grandes objetivos estratégicos: mejorar la competitividad de las explotaciones, coordinar el quehacer de las administraciones públicas hacia el nuevo modelo, promover el relevo generacional e impulsar la integración de la mujer en el campo, la sostenibilidad ambiental y la valorización del sector y sus productos.

Los resultados de estas políticas son innegables: según los datos que se registran mensualmente en Mercalaspalmas, donde se estima que se comercializa más del 50% de la fruta y verdura que se consume en la isla, el 34,7% (19.700 toneladas) de la fruta que se vende es de Gran Canaria, así como el 72,9% de las hortalizas, (42.300 toneladas) y el 45,7% (14.300 toneladas) de las papas. En total, respecto a estos productos, el nivel de autosuficiencia llega al 52,3%, unas 76.400 toneladas, aunque en algunos productos como los huevos frescos se alcanza el 80% de autoconsumo.

No obstante, algunos de estos productos, como la famosa papa protagonista de la última polémica, tienen un porcentaje mayor de autoabastecimiento, porque los productores venden directamente a mercados y supermercados, estimándose que el consumo de papa local supera el 60%, y aun así hemos visto que en ocasiones puede no ser suficiente.

Los problemas en las cadenas globales de suministro no son un accidente o una excepción. Ya sea por el bloqueo del Canal de Suez, por una pandemia global, por los cuellos de botella producidos por el aumento súbito de la demanda pos pandemia, por riesgos fitosanitarios o por guerras como la invasión rusa de Ucrania, lo cierto es que periódicamente estamos expuestos a situaciones que ponen en riesgo nuestros suministros.

La propia UE está cambiando su orientación estratégica para depender menos del exterior. Y en unas islas como Canarias es fundamental que sigamos avanzando en ese camino, porque, además, tiene otras muchas consecuencias positivas: genera empleo, impide la despoblación de las zonas rurales, nos ayuda a combatir los incendios forestales (los campos de cultivo son excelentes cortafuegos) y ahorra grandes cantidades de emisiones contaminantes asociadas a la importación de alimentos. Tenemos que concienciarnos en la necesidad de consumir los productos km0, tienen que implicarse más los comercios de venta locales. El ejemplo de las papas viene a recordarnos una vez más la necesidad de seguir avanzando hacia un cambio de modelo. Hacia la soberanía alimentaria.