La política de algunos pareciera solo pendiente de las hipotéticas canonjías del futuro.
Por Juan de la Cruz
Samuel Henríquez Quintana, pareciera que aún portavoz de Nueva Canarias en San Bartolomé de Tirajana, a pesar de haber eliminado el cargo en sus comunicados, vive en ese silencio persistente de la duda, con el recuerdo de aquella primera tenencia de alcaldía, durante la pasada legislatura, en la que no vivió demasiado mal.
Pero las coaliciones políticas, en virtud de los escaños tras los comicios, son así. Coaliciones en las que las decisiones para y sobre las mismas las deciden los cargos representativos, con sus buenos emolumentos por lo general, si es que se adquiere poder, y no los votantes, que, al fin y la postre, seguirán en sus trabajos, en las angustias del paro, con la desesperación de sus angustias ante el machaque de Hacienda, o con los errores del Ayuntamiento de turbo.
Samuel Henríquez parece anclado en el misticismo cartujo, no deshojando la margarita, no, si no aguardando el momento en el que sus «jefes» de la nueva aventura nacionalista, anunciada por la avanzadilla de Teodoro Sosa, que no es más que un simple enviado del alto mando. Que ya manifestaba hace escasos días el presidente de Canarias, Fernando Clavijo: «Quien rompió Coalición Canaria en su momento, hace 20 años, también ahora ha contribuido a romper Nueva Canarias». No iba nada descaminado, no.
El jefazo del terremoto en Nueva Canarias en su despachazo oficial
Pero la guerra entre unos y otros, en el seno de Nueva Canarias, aún no ha empezado. Muchos de ellos, a uno y otro lado, andan acongojados porque se están jugando no solo las lentejas, que andan a buen precio todavía. Más allá están las dietas, los viajes, las reuniones, los agasajos, los encuentros, los saraos, las comilonas, la tarjeta, las inauguraciones, los coches oficiales, los sillones de las mancomunidades, de las asociaciones, las representaciones, las fotografías oficiales… ¿O es que han cambiado las ideologías de la noche a la mañana? ¿Y si se hubieran largado los cuasi incombustibles Román Rodríguez y Carmelo Ramírez, tal como pedían algunos en nombre de otro que lleva una montonera de años viviendo de p. m. con la historia de la política?
¡Anda…! ¿Y el jefazo clave de este movimiento rebelde escondido entre los papeles de su despachazo oficial, que aún no ha tenido el coraje de salir de ese mutismo, si bien él no mora en el convento místico de Samuel Henríquez?
Resulta evidente que la política, de la que dependen tantas circunstancias de la vida, en ocasiones es lo que todos los de a pie pensamos muchas veces.
Aunque, lamentablemente, los jefes son los jefes, los indios son los indios, y hay que moverse por la gran expectativa de un carguito público en el que poder mantenerse, en vez de anclarse en un curro y en un tajo como todo el mundo, no les guste mucho a los que no pegan un palo al agua y van pegando codazos para buscarse un hueco al sol que más calienta.
Lo que está haciendo Samuel Henríquez es jugar, sencillamente, no ya con Nueva Canarias, que es un asunto interno, sino con sus electores y con San Bartolomé de Tirajana. Cuidado con el sudoku no vaya a ser que el juego se convierta en la ruleta rusa…
Pero de aquí a los próximos comicios municipales, autonómicos o generales, tal cual el calendario electoral, salvo criterios ajenos, queda mucha tela marinera por medio. ¡Agüita!