Maspalomasplus.com

29/09/2025 13:06

Francesco Alessandro, un «sinhogar» en Maspalomas: «Es terrible vivir en la calle, sin trabajo y de limosnas»

«Resulta cruel, sobrevivir sin nada, a la espera, tan solo, de un milagro», señala un calabrés que vive de las limosnas en Maspalomas

Son muchas, demasiadas, las personas «sinhogar» que viven casi de la nada en Maspalomas, cómo pueden y de lo que pueden, desde las penurias, y que luchan contra la vehemencia de la desesperación para no llegar a esas situaciones tan irreversibles como en las que se encuentran muchos.

Días pasados la Concejalía de Servicios Sociales dejaba constancia del «Informe Social sobre Personas sin Hogar en San Bartolomé de Tirajana«, para atender a los más necesitados, tal como publicábamos en «maspalomasplus.com«,. Un informe que trata de solventar ese reto de acabar con el «sinhogarismo«, uno de los problemas sociales más complejos del municipio.

— Nadie sabe ni puede saber lo que es vivir en la calle, sin nada, sin el menor de los recursos, y lanzarse en el día a día a pedir limosna a las puertas de Mercadona y por la tarde pateando por la playa. Nadie lo puede saber si no lo vive en sus carnes. Si hay suerte en Mercadona pueden darme entre diez, doce o quince euros, a veces también te dan algo de comer, y alguno de ellos, se lo aseguro, porque la gente ve a Chaki, el perro, limpio. Y eso ayuda a que algunos se apiaden un poco más que si te ven solo y desharrapado. Otros ni te miran y los hay que lo hacen hasta con desprecio.

Francesco Alejandro es un indigente y un «sinhogar«, natural de Bellvedere, en Calabria, donde ejercía de pintor, pero la muerte de su padre le llevó a una depresión, a través de la que perdió el rumbo de su vida, a caballo por Italia y Alemania, en medio de severas adversidades, y de las que no encontraba forma de salir adelante.

— Me encontraba en un camino sin salida. No sabía qué es lo que tenía que hacer. me encontraba completamente perdido, hasta que un día, casi deseseperado, hablando con un amigo, me recomendó venirme a Maspalomas. Dicho y hecho. Era tan difícil mi situación que en cuanto pude me vine… Y hace año y medio, aproximadamente, que me embarqué aquí… Aunque todo está muy complicado y problemático.

Primeramente vivió en una caseta antigua de electricidad, de cuatro metros por cuatro. Solo pretendía concienciarse de cómo seguir saliendo adelante en la batalla del día a día.

— Ahora vivo en una tienda de campaña, pequeña, a unos cuatro kilómetros de aquí, en el barranco de Maspalomas. Con un colchón en el suelo. Vengo a primera de la mañana hasta esta esquina de Mercadona, estoy aquí hasta el mediodía, cuando el sol empieza a pegar fuerte, luego paso por el cementerio y cargo dos garrafas de agua y hasta arriba. A vivir como es posible…

— ¿Cómo lleva esta situación?

— ¡Qué quiere usted que le diga, mal, muy mal, pero con resignación, y tratando de salir adelante cada día y ocupando la mente en algo. Trato de tener algún libro en italiano, alguna novela, leer, cuido unas plantas, unos tomates y unas verduras, atiendo los perros y abstraerme… Vivo con un amigo cerca, en otra tienda de campaña…

Hace un alto en el camino en ese repaso de su día a día. Pero es difícil y complicado salir adelante, porque todo cuesta mucho dinero: Un medicamento, la tarjeta de la guagua, o te pegas una caminata hasta San Fernando para lavar la ropa y unos cuantos kilos te valen 20 euros, Lo más elemental y básico. No tengo papeles. La verdad es que no ayuda casi nadie y uno se siente muy mal consigo mismo. Es que, ya, para salir adelante se precisa un mínimo de unos 20 euros diarios para lo más básico. Y ya que hablamos de gastos: ¿Cuánto me costaría, por ejemplo, el arreglo de la boca, si la tengo destrozada ?

Francesco enumera su larga y densa problemática, que le hace tiritar en su relación de necesidades básicas… Y comer, claro… Pero ya se sabe que cuando no tienes dinero todo se vuelve en contra…Aunque yo no quiero mucho dinero. Me conformaría, tan solo, con que me dejaran una habitación con agua y luz, poder asearme y dedicarme a mi oficio de pintor, al que ahora, le dedico tan solo 3 o 4 días al mes. Tan solo cuando me llama un amigo que trabaja en la construcción… Esos 3 o 4 días gano un poco y hasta tengo capacidad de ilusionarme.

Un silencio clamoroso. Francesco ha pedido, antes de la charla, un bocadillo de pata con queso que devora con gana y con apetito y con necesidad. Exclama:

¿…?

— Cuando por la tarde recorro la playa aprovecho para ducharme por dos euros con agua caliente. Y uno, entonces, coge un poco de fuerza. ¿Sabe por qué? Porque la naturaleza y la condición humana es así…

¿Pasa hambre, pasa necesidad?

— Pues claro. Y se lo dijo desde la resignación y sin mala fe… La calle es muy dura. Buscando una limosna y echarse algo para comer uno se da cuenta de la crisis, de la insolidaridad y de los que pasan ignorándote con un carro enorme de compra… Resulta muy jodido pensar que mañana a lo mejor no tienes nada que comer, o pensar que el día menos pensado tienes que ir al Centro de Salud…

— ¿A qué conclusión saca de estar pidiendo en la puerta de un supermercado?

— Pues a la de que no tengo más remedio que hacerlo…! Mire, usted, sin embargo aquí han venido a verme de Cáritas para decirme que me podrían facilitar ropa y comida, pero con la condición de dejar este puesto, Y me negué. ¿Dónde pone que esté prohibido estar pidiendo limosna para comer, que no es para emborracharme ni para drogarme…

— El Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana está trabajando para reordenar el tema de los «sinhogar«…

Francesco Alessandro, el calabrés, tiene los ojos rasgados con su propia pena, el rostro más avejentado y sufrido que su edad, sobreponiéndose con dolor pero con capacidad de aguante, aunque aparezcan muchas veces la lástima y la pesadumbre.

— Pues aquí, bien a las claras. Nos tenían que atender. Somos seres humanos. No somos bichos. ¿usted qué es? ¿Pintor, como es mi caso? tenga la habitación que pide y a trabajar y a pintar. ¿Sabe una cosa? Yo sí tengo miedo de no tener para comer mañana, y se lo dice uno que lleva mucho tiempo en esta situación de desamparo, y que solo espero que me pase algo bueno.

— ¿Y si acerca al Ayuntamiento y pide ayudas?

— Por lo que cuentan otros en mi situación no merece la pena. Pasan de uno. De un lado para otro y te tiras uno, dos, diez, veinte días, o meses, mareándote, para nada.

— ¿Le da pena de sí mismo?

— Pues sí y no. Según los momentos, que de todo hay en la vida. Las circunstancias, en una situación con la mía, son muy duras. Y no se lo digo para darle pena a usted. Pero o te cuelgas de árbol, te tiras por un barranco o, sencillamente, tratas de sobrevivir en el día a día. Ya le dije, leo libros en italiano, camino hasta el cansancio por una limosna, pero es que no puedo hacer otra cosa. ¿Usted qué haría? Le digo algo más. Para vivir en esta situación de encontrarse sin nada y tener que salir adelante hace falta hay contar con una cabeza firme y asentada. Porque resulta durísimo estar dándoles vueltas a una situación calamitosa y sin salida. ¿Usted sabe lo que es carecer de todo, hasta de lo más indispensable?

Parecen muchas las calamidades y las que no cuenta. Bien por discreción, bien por falta de confianza, bien por su propia discreción. Hace sol a manta. Y a mediodía, barranco arriba, para llegar a su hogar, una pequeña tienda de campaña, con un colchón y unas bolsas con todas sus pertenencias, unos polos, unas camisetas y unos pantalones…

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