Licenciada en Bellas Artes, Davinia Jiménez, horticultora, es una genuina luchadora por la defensa de la tierra

Davinia Jiménez Gopar (El Tablero, 1985). es una luchadora desde su infancia, en El Tablero, hasta ese largo recorrido que se segmenta entre la agricultura, a la que dedica la inmensa mayor parte de su tiempo, tratando de aprovechar lo mejor posible entre las excelencias del clima canario, las adversidades del trabajo, como resultan, por ejemplo, la carencia de ayudas y la inhibición de muchos por el mejor aprovechamiento de la tierra, y, también, con su otra pasión, las Bellas Artes.

Su familia se afincó en el sur de la isla de Gran Canaria. Su abuelo trabajaba para los Bethancourt, su madre se crió entre los tomateros de El Calderín, con la zarza, y Davinia, perteneciente a la clase obrera, incrustada en el proceso evolutivo de la sociedad, con una infancia que define como amable, alcanzó la licenciatura en Bellas Artes, especializándose en Dibujo Técnico y Escultura.

Tras cabalgar por el panorama de sus estudios, trabajando en programas audiovisuales, exposiciones de dibujo, proyectos en espacios públicos con artistas pictóricos y muralistas, pero rodeada siempre por la llamada persistente de lo que denomina, con con fervor, como «cultura de la tierra«, una expresión que motiva a los que la escuchan, que aprendió de forma tan intensa como entregada de la experiencia de su madre, que cuenta con un terreno de doce mil metros en Montaña la Data, con esa capacidad evolutiva de reconvertir la tierra, con imaginación y esmero, en las duras tareas, servidumbres, exigencias, y a pesar de las lamentables desatenciones de las diversas administraciones al campo. Un hecho más que lamentable y evidente.

Davinia Jiménez, conocedora desde siempre de la necesidad y atractivos del campo, se pronuncia sobre la carencia de ayudas tan necesarias al sector primario:

Todo un error, ignoro si consecuente o inconsecuente, de una tremenda magnitud que está provocando y seguirá provocando el adiós a la tierra, a la agricultura y ganadería, al sector rural… Cuando, precisamente, lo que necesita es todo lo contrario, que los estamentos de la administración se vuelquen con un sector como el primario«.

A pesar de unas circunstancias duras en extremo, se volcó en trabajar con su madre, y sacar adelante, a base de esfuerzos, una actividad y una producción hortofrutícola de la que se enorgullece:

— Con esmero, amor y la pasión que siento por la naturaleza, la ilimitada capacidad posibilidades del campo y, a la vez, la compensación de poder seguir trabajando identificada con la llamada de los encantos y atractivos del campo y hasta con el grito de la tierra que se pierde.

En medio, eso sí, de un trabajo continuo y esforzado, de una entrega ilimitada, y, cada día, sin embargo, más identificada con el panorama rural, «batallando ofertar los mejores productos para la clientela desde unos precios ajustados«.

Hoy atiende la finca de su madre, un negocio familiar, con especial inquietud por las frutas tropicales, mangos, aguacates, y otros, compartiendo los quehaceres con un terreno de medianía en Guía.

Sus productos hortofrutícolas abastecen a un gran hotel y su puesto semanal en los Mercados Agrícolas de Vecindario y de San Fernando de Maspalomas, donde su oferta es ampliamente demandada por una clientela que guarda cola para adquirir sus productos «ecológicos de pura cepa«. Y pura delicia, añadimos nosotros.

Su trabajo es un sin parar. Pero lo disfruta y lo siente con su sensibilidad y su entrega en la lucha por la defensa permanente del campo canario que, apunta, «cada día se encuentra más desatendido y desolado«.

Un campo que necesita mucha ayuda y sensibilidad de los estamentos correspondientes. Davinia habla de la necesidad del cuidado del agua, y que ella misma, en base a la agricultura regenerativa y microrganismos activados para el aprovechamiento de los recursos, ahorra, según sus estimaciones, un 45-50% de agua por cultivo.

Abierta a la riqueza del sector rural, del mundo del agro, de la cultura de la naturaleza, además de lo expuesto, trabaja con su madre en experimentos diversos y en trasladar a la clientela los nuevos sabores del campo canario, mientras aprende cada día un poco más y un poco mejor de su oficio y de su trabajo., en el convencimiento de que se debe de conseguir que el sector primario se transforme en un sector fuerte y creciente, aunque sea por necesario. «Tal y como pasó durante la pandemia, cuando se nos decía que resultábamos necesarios e imprescindibles. ¿Y ahora, qué?«, se pregunta.

Le preocupe la falta de relevo generacional y defiende la necesidad de «un proyecto agroecológico potente que nos haga crecer«

Al medio de todo ello la rotación de los cultivos, la planificación de los mismos, las altas temperaturas, la escasez de recursos hídricos y, sobre todo, lo que califica como «un desarraigo de la cultura agraria cada día más acusada«. 

Sus productos llevan el sello de la marca «El sabor del sol«. Una marca que también ilustra su página en Facebook, que se alimenta de una gran amplitud de fotografías de sus cosechas, de sus consejos y de sus recetas.

Opina que la cultura del agro se encuentra en un olvido lamentable, que se encuentra en un proceso de desaparición que marcha a toda velocidad y al que no le ve ningún tipo de relevo generacional, «Lo que es y resulta extremadamente preocupante«, apunta.

Del mismo modo deja constancia de que en este proceso «Vamos contrarreloj, tenemos un riesgo de pérdida de tierra brutal. La actividad primaria se está convirtiendo en minoritaria, pero todos tendríamos que aumentar nuestra conciencia medioambiental«.

Y es que es necesario y conveniente dejar constancia antes todos de que Davinia Jiménez Gopar es una esforzada trabajadora y en un compromiso constante por el campo y su defensa. Personas como ella se necesitan, y mucho, en el campo y en San Bartolomé de Tirajana.