La llegada de un nuevo cayuco a Arguineguín nos lleva a denunciar, una vez más, a las mafias criminales que trafican con inmigrantes ilegales africanos
Por Juan de la Cruz
Las mafias criminales de la inmigración ilegal procedente de una diversidad de países africanos continúa actuando con la mayor impunidad. Mafiosos, criminales, canallas que, operando sin mayores problemas, en los respectivos países de origen, Mauritania, Senegal Malí y otros, y en los lugares de llegada.
Unas mafias criminales y unos mafiosos criminales que operan, libres del más mínimo pudor, y traficando, en la plenitud del siglo XXI, con decenas de miles de africanos que luchan por salir de sus países ante unas situaciones políticas y humanitarias con las que no pueden mientras deciden embarcarse, de manos de estas bandas criminales, inhumanas, en una miserables pateras, en unos pobres cayucos, en unas frágiles lanchas neumáticas y poner rumbo, casi siempre, claro, a la tierra más cercana, como son las orillas españolas de Canarias.
Y es tanta la impunidad con la que se mueve la canallesca criminal y mafiosa que, sin que nada ni nadie les detecte, navegan, transitan y caminan, apiñados, dicen, en largas travesías de un puñado de días. Entre el inmenso calor de estos días de agosto y los fríos de la mar en la madrugada, todos juntos, en unas tablillas… ¿…?
Los grandes misterios
¿Y los alimentos? ¿Y el agua? ¿Y el descanso? ¿Y los imprevistos? ¿Y las necesidades humanas? ¿Y los sufrimientos? ¿Y las incomodidades? ¿Y el combustible? No es ni resulta nada fácil la explicación de tamaña problemática.
Pero sea como sea, ni en ninguno de los países africanos se actúa del modo riguroso y firme, con la mayor mano dura, tal cual se merecen los miembros de las mafias criminales, ni tampoco se actúa en los países de llegada, como es y resulta en este caso España, donde, salvo error, pareciera que tienen el menor interés en luchar contra estas bandas miserables y cuyos componentes debieran de estar todos ellos rindiendo cuentas ante la justicia y pagando sus acciones en presidios de la máxima seguridad y por vida.
Parece mentira, y sorprende, que en pleno siglo XXI, en la era de las tecnologías informáticas, que todo lo pueden, no haya forma de descubrir a tanto desalmado criminal.