Algunos deberían saber que la política no es solo lucir el palmito entre palmadas y sonrisas. Hay que saber afrontar el compromiso con el pueblo.
Por Juan de la Cruz
La historia de unos líderes, a lo largo de un recorrido electoral, no siempre resulta fácil, ni, tampoco, un camino de rosas. Sin embargo, entre las nobles artes de la política, aunque el panorama actual es el que es, sobresalen los principios morales y éticos de saber escuchar quejas y adversidades ciudadanas, problemáticas municipales y sociales, tomar nota de las inquietudes de la calle, reflexionar sobre los argumentos vecinales y tratar de luchar por aquella determinación que mejor pueda resultar en beneficio de la ciudadanía.
Una máxima que algunos políticos pareciera o pareciese, pretérito imperfecto de subjuntivo, que confunden con la satisfacción persistente de aparecer a diestro y siniestro por norte, sur, este y oeste, a babor y estribor, por todas partes, tratando de buscar la publicidad iterativa de la imagen y de la fotografía en los medios de comunicación. Mejor todavía si se aparece en primeros planos, sonrisas que más parecen de anuncio de pasta dental, abrazos a unos y otros, y otras variables dentro del ámbito político-comunicacional.
El político tiene que ir más allá de su imagen fotográfica
Esa escenificación, loable, por cierto en la programación de la clase política, porque forma parte de la propia realidad comunicacional en la que vive inmersa la sociedad de hoy, sometida en buena parte al marketing informático y publicitario, debe de marchar paralela, sin embargo, con la capacidad operativa de la gestión y de la eficacia política, más allá del gesto. Esto es, en los actos, en las determinaciones, en las decisiones.
De poco vale estrechar manos y más manos, ser cordial y tratar de atender a cuantos se pueda en las convocatorias previstas de forma estratégica por los asesores, si posteriormente, en los despachos, se «pasa» y se olvidan de la capacidad operativa y resolutiva, en función de los intereses y de las problemáticas trasladadas por los ciudadanos.
No se puede confundir la actividad y el compromiso de la relación social, lo que se conoce como «pisar y patear la calle» con tratar de interesarse y escuchar al ciudadano de a pie y que, a fin de cuentas, suele resultar quien mejor sabe y conoce de las incidencias del municipio.
Y quien quiera entender, que entienda.