De repente parece que se lo hubiera tragado la tierra misma…
El ejercicio de la vida política activa y profesional, más en poblaciones de las características y particularidades como las que convergen en San Bartolomé de Tirajana, no parecen ni resultan ni semejan ser fáciles del todo, no. Que o se tiene una seguridad absoluta en muchos planteamientos propios de los menesteres de esas díficiles, incluidos los principios éticos y morales, o se puede resbalar, por las circunstancias que fueren, y que pueden llevar a algunos protagonistas, a tratar de refugiarse en una especie de convento de clausura, ya sean de la orden cartuja o trapense, por ejemplo, donde disciplinarse con las duras tareas del silencio monacal.
Lo que no pareciera demasiado fácil. Menos, aún, para aquellos expertos en las innobles artes del culebreo político, reptando de una forma sinuosa y silente, en busca de los objetivos.
La severidad de la política como arte de vivir
Lo que pareciera sucederle a un político local que, de formas así como suaves, como si no hubiera roto un plato en su vida, aunque romperlos sí que los ha roto, pero con maneras duras en el fondo, porque en casos como el del misterioso protagonista, hay que buscarse un hueco al sol que más calienta. Y la vida anda muy dura como para dejar el momio.
El hecho evidentes que el mismo desde hace algunas escasas semanas pareciera guardar un silencio sepulcral, aunque otros le han zurrado bien la badana. Pero ya se sabe que en la política, cuando las cosas no marchan como es debido, no hay más remedio que tragar quina… Porque eso de emplearse en un curro con un montón de horas, como tantos y tantos sacrificados vecinos, dependiendo de un jefe, y llegar sudando a final de mes con un sueldecito justo no va con el amigo…
P. D. La especulación es libre para el el sagaz lector…