Ayer, sábado, a eso de las doce de la mañana, camino de una cerveza con unos amigos, en el bar «La esquina ibérica», recomendado, por cierto, los patitos de Maspalomas, jugueteaban y picoteaban por su hábitat.
Al regreso, a eso de las dos pico de la tarde, el sol caía de pleno. Como desde hace tres o cuatro semanas, y zurrando bien con el calor. El coche marcaba 37 grados.
Ya pasado el idílico entorno del hábitat de los patitos, por un despiste, de repente nos preguntamos si ya, tal vez, andarían sobando una buena siesta… Dimos la vuelta en la rotonda siguiente, haciendo un arco de ciento ochenta grados, y, siquiera fuese por esas raras curiosidades que nos afectan a los humanos, allá que la tropa patita se encontraba resguardada y apelotonada en una buena sombra…

Un pato se acerca a refrescarse en las aguas del pequeño estanque…
Estos patitos, que hace tan solo un mes salían echando leches cuando veían que tratábamos de acercarnos a ellos, ya deben de haber aprendido de mamá pata, que somos gente de paz y de orden. Y ya, a estas alturas de la película, con su mes y medio o dos meses de vida, más o menos, ya van aprendiendo las enseñanzas, las costumbres y hasta las orientaciones y criterios de la madre pata, que, poco a poco, va viendo cómo crece el pelotón de patitos al ritmo de su criterio. Toda una educación pata.
Los habitantes de Maspalomas ya van sabiendo y conociendo, poco a poco, que hay una buena colonia de patos, adultos y recién nacidos, que cada día se acercan más al asfalto… Y, aunque disponen de su piscina y regato de agua, para darse sus chapuzones, también van deslizándose siguiendo el recorrido de los aspersores del agua, recreándose con una ducha, que con estos insoportables calores, viene de maravilla.
¿Que dónde se encuentra el hábitat de los patos y de los patitos? Pues enfrente del Auditorio del Parque Sur, por la linde de la GC-503.