Una puerta del Parque de Bomberos, casi siempre abierta, deja entrever a los viandantes unas imágenes que no hay forma humana de entender. Salvo explicación convincente.

Si el lector transita por la Avenida de Alejandro del Castillo hacia arriba , enfrente justo del Mercado de Maspalomas, donde se llevan a cabo unas largas e interminables obras, desde el 28 de noviembre de 2022, y que acumulan, ya, un inaudito retraso de 229 días, el lector se encontrará con el Parque de Bomberos. Un Parque en el que se conforma desde siempre, por cierto, un extraordinario y modélico cuerpo de servidores, de una impecable formación y cualidades, siempre y en todo momento preparados y dispuestos para todo tipo de emergencias, con un gran sentido humanitario y ejemplaridad, a decir verdad.

Pero resulta sorprendente que, al otro lado de una amplia puerta, con una medida que debe de andar entre los siete u ocho metros de largo, se pueda percibir una amplia cantidad de cascotes y de escombros, que se amontonan, ofreciendo una imagen que, precisamente, no resulta la mejor. De tal forma que, inclusive desde el exterior, se alcanza a ver hasta un cúmulo de tales cascotes y escombros que superan una tapia de, al menos, dos metros de altura.

La pregunta surge de inmediato en los transeúntes. ¿A qué se debe esa cantidad de escombros, incluidas sillas de plástico, un viejo coche de bomberos y otros trastos?, que diría el castizo…

Al parecer los mismos son restos del Tobo-playa que hubo que destruir en su día. Y de aquel desguace del Tobo-playa, cuyos allí se almacenan, pareciera, salvo error, que se acumulan otra serie de elementos, que, desde luego, no ofrecen la mejor estampa, precisamente, del Parque de Bomberos de San Bartolomé de Tirajana, y por cuya avenida transitan todos los días numerosos viandantes que se sorprenden con esa desagradable imagen a ojos vista de todos.