No todo son comilonas y cenáculos en restaurantes de lujo, con privacidad y cautela. La cafetería «Mercado», en la plaza de Timanfaya, a unos metros del Ayuntamiento, es lugar de encuentro frecuente para concejales y equipos.

La verdad es que comilonas y cenáculos de lujo por Maspalomas, entre políticos, empresarios y otros, con mariscos y vinos notables, haberlos, haylos. Que eso lo sabemos todos. Aunque también existen otros lugares, alejados de esos cubiertos que hacen sudar tinta de calamar y donde se paga o escote o suelta la tela el más interesado o el más generoso.

Pero ya sabe que las huestes políticas también son humanas, Y hasta, en frecuentes ocasiones, hasta pasan por otros lugares más humanos, por donde nos mezclamos, habitualmente, los de a pie, sin mayores problemas.

De tal forma es así que el lunes por ejemplo, a mediodía, se podía ver a Alejandro Marichal, primer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, departir, distendidamente, con miembros de su equipo, como días pasados, en pleno agosto, también se podía observar a Ramón Suárez, concejal de Deportes, con algunos de sus colaboradores. Aunque, eso sí, aunque sean tribunos públicos, intentan, salvo error, ubicarse en mesas lo más alejadas posibles del núcleo de esas cafeterías por las que solemos pasar otros.

La cafetería «Mercado», en la Plaza de Timanfaya.

Y así, día tras día, la cafetería «Mercado«, se transforma en un agradable lugar de encuentro, más allá de la frialdad de los despachos. Con la particularidad, como nos señala uno de los concejales, que «se trata de un buen lugar, muy próximo al Ayuntamiento, abierto por todas partes, gracias al excelente clima que gozamos, y en el que, además, las mesas, sobre todo las exteriores, se encuentran muy distantes, para encontrar la privacidad suficiente para las conversaciones«.

Otro concejal nos señala que «de este modo entre cafés, zumos de naranja, cervezas, botellas de agua, coca-colas, y otras bebidas, según las preferencias» la cafetería «Mercado» se encuentra en un lugar idóneo para salir y abandonar, siquiera sea un rato de unos minutos, los despachos y los pasillos del Ayuntamiento«.

A veces, lo que no se puede evitar, son las persistentes miradas de algunos curiosos, que se detienen en los rostros más conocidos de la clase política, con detenidas miradas, como otros, tal vez, intenten, eso sí, de forma estéril, levantar la oreja y tratar de coger algún secretillo político.

Pero los políticos son listos, están muy atentos a esos movimientos de la clientela habitual de la cafetería «Mercado» y saben que el lugar es más bien para el relajo y la distención, independientemente de que en algún momento se pueda cruzar alguna confidencia muy puntual.

Allí mismo, en la cafetería «Mercado«, los camareros, siempre discretos, que conocen algo de esos movimientos, guardan suma discreción de esa clientela que, otros, conocen como de «altos vuelos«. Como es el caso, por ejemplo de Silvana y de Jesús, don camareros, atentos, cordiales, serviciales, que nunca saben nada de nada y que van estrictamente a cumplir lo mejor posible con su profesión. Esto es, atender a la clientela con el mayor cuidado y esmero,

Así, pues, ya saben los lectores y clientes de la cafetería «Mercado» que, aunque por allí se detenga con frecuencia la clase y la tropa política, que, sin embargo, «resultaría muy difícil que alguien pudiera captar alguna información relevante porque hayan podido c0ger, quizás, alguna palabra al vuelo«.

Aunque nadie puede dejar de pensar, como relatan algunos parroquianos de la cafetería «Mercado«, que si los sillones hablaran…