“Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, queda grabada en el visitante, por su fascinante conjunto medieval y la inmensidad de luz”

Por Juan de la Cruz

La Ciudad Medieval de Cáceres, declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, plena e inmensa de historia, se encuentra repleta de palacios, iglesias, conventos, ermitas, casas señoriales, de enjutas láminas de callejuelas, de rincones escondidos con el sabor de su magia y hechizo, de grandes plazas y minúsculas plazoletas.

Una luz de especial relieve, con sus tonalidades y misterios, que se desparrama y esparce por todos los rincones de su casco monumental. Todo un sin parar de encantos, con la guía del pasado… La Muralla árabe, el Adarve de la Estrella, la Plaza de Santa María, la Casa Mudéjar, de arquitectura toledana, la Cuesta de la Compañía, el Aljibe, el Palacio de las Veletas, sobre la Alcazaba almohade, la Puerta del Postigo, torres defensivas cristianas y árabes, la de los Púlpitos, la de la Yerba, la Mochada, La Enfermería de San Antonio, el Baluarte de los Pozos, el Arco del Cristo, que rezuma el sabor de la romana muralla, el Foro de los Balbos, donde se alzaba una de las puertas cuando la vieja Norba Caesarina, el Hospital de los Caballeros, el Balcón de los Fueros, la Casa del Judío Rico, la iglesia de San Mateo, levantada sobre una mezquita, campanas que espantan a un vuelo asustadizo y acelerado a cernícalos y vencejos, el conventual de San Pablo, un desfile de casas hidalgas cacereñas, la Judería, entre estrechos callejones sefardíes, y su barrio, San Antonio de la Quebrada, con ermita sobre una sinagoga, donde una deslumbrante luz reverbera en sus casitas encaladas y tantos lugares tan silenciosamente recogidos y tan deslumbrantes…

El hechizo, siempre mágico, impresionante, del Arco de la Estrella.

También, entre fachadas platerescas, góticas, renacentistas, portadas adinteladas, otras adoveladas, con sillares almohadillados, retablos barrocos, espadañas, matacanes, arpilleras, escudos esculpidos en cantería y alabastro, blasones heráldicos de familias nobiliarias, escudos episcopales, muros de mampostería, almenas picudas, barbacanas, balcones esquinados, llamativas gárgolas, ventanas ojivales, gemelas otras, también enrejadas con hierro forjado, ajimeces cacereños, faroles, con preciosa luz que amarillea la noche, nobles medallones, saeteras, leyendas pétreas por los siglos “Esta es la casa de los Golfines”, “Sé tu Señor para nosotros torre de fortaleza y se renovará como la del águila, nuestra juventud”, “Vanitas vanitatum et omnia vanitas” (1), “Aeterna memoriam iustorum” (2), “Ave María”, “Non habemus hic civitatem manentum sed futuram inquiribus” (3), hornacinas como la de la Puerta del Río, patios herrerianos, mudéjares, renacentistas, toscanos, con claustros porticados, una salpicadura de jardines, capillas de devoción, sepulcros artísticos, distinguidos, que velan una infinidad de retazos y silencios en la historia cacereña…

Piérdete, caminante, por la Ciudad Medieval de Cáceres, y comprenderás el sortilegio histórico-artístico de Cáceres y su recreación, que han renacido con el tiempo. Una Ciudad Medieval de lujo y fantasía. 

Luces con sabor en el marco de la historia entre haces de sueños, leyendas, misterios, aventuras, peleas y batallas con espadas cristianas de hierro y con curvas cimitarras musulmanas, poemas cuajados de silencios, del crujir de la soledad, de la hondura de la reflexión… Una luz que te llena del sabor de Cáceres. Lo juro en mi conciencia, queriendo alcanzar a tocar la luz de Cáceres. Un haz de tonalidades con pinceladas azules, naranjas, malvas, grisáceas, oscuras, blanquecinas, amarillentas, doradas intensas, cuando el sol quema, que tocas el granito y pareciera ardiente en tardes de estío…

La Plaza Mayor de Cáceres. Al fondo, eterna, la Ciudad Medieval.

Colores que se dan cita, una y otra vez, con ese pálpito de quien busca la luz de Cáceres como fuente de vida, de quien encuentra el candor anímico y espiritual como manantial de luz de la propia luz de Cáceres, de quien anda, marcha, pasea, camina o se detiene con la mano, con la vista, con el corazón embargado y asidos a la luz de Cáceres, de quien lo hace exultante por la fuerza de los rayos de la propia luz, preciosa siempre, bajo el haz donde se siente Cáceres, alumbrada por la luz que se impregna sobre la ciudad…

Te preguntas ¿Qué sucede? Sencillamente, que te vas contagiando por la magia, sorprendente, de la luz de Cáceres.

¡Qué magia la que se encuentra al otro lado del telón de esa escenografía que se engalana por todos los rincones de la ciudad eterna cacereña! Por uno y otro tiempo histórico, en uno y otro lugar, a una y otra hora, en uno y otro rincón, por uno y otro esquinazo, por todos sus caminos y surcos, con la compañía de la lluvia, con sol radiante, cobijados entre sombras, envueltos entre nieblas, con calores, con fríos, con el misterio del encanto bajo la luz de Cáceres. Una luz hechizante, fascinante, radiante… 

Adéntrate más, entonces, amigo caminante, por la hondura de Cáceres, y avanza de la fuente de luz a las piedras monumentales. Tal vez no puedas expresar más palabra que la que sugieren e imantan los ojos abrillantados… 

El Arco del Cristo, también conocida Puerta del Río

Ya te encuentras de pleno ante la luz histórico-monumental, artística, excelsa, privilegiada de esta ciudad. Nunca se irá de tu memoria este hallazgo de luz y piedras, tal cual se configura la Ciudad Medieval de Cáceres, rehabilitada y realzada, como jamás pudiera imaginarse para mayor gloria.

Con la riqueza que impresiona siempre la luz cacereña. Ayer, en los cauces de la Historia y su legado entre raíces judaicas, de la morisma y de la cristiandad; hoy, avanzando desde Cáceres, serpenteando por sus callejuelas y plazoletas, su recinto amurallado, soberbio de esplendor; mañana, como un cielo infinito de luces… Siempre, en Cáceres, el rito y el ritmo de su luz perpétua…!

Déjate ir, pues, hacia donde te lleve caprichosamente la vista, allá por donde te conduzca la mirada, hacia donde te dirija el corazón, por donde te pilote el sentimiento y el alma. Te lo aconsejo. Pasearás, entonces, con esa serenidad emocionante y sugerente que induce el sabor y el saber entre las entrañas de lo cacereño.  

La iglesia concatedral de Santa María

Si me permites, no te pierdas un solo rincón, ni un segmento tan siquiera de rayo de luz, ni una sola de sus piedras, ni un solo palmo de sus muros, que se dan cita como el tercer conjunto histórico monumental europeo. Accede por toda la geografía del callejero, aprovecha esa inmensidad de luz, escucha el concierto del silencio y el encanto, penetrante, de la noche cacereña, y sitúate, en aquel Cáceres, punto de encuentro con la Edad Media y el Renacimiento.

¡Ahí es nada…! Ese paseo, con el reloj de las prisas arrinconado en el olvido. Que no te importen los segundos, los minutos, las horas de ese tiempo entre las paredes de la ciudad monumental cacereña. Medítalo, resulta todo un privilegio, ahora que avanzas paso a paso, con las múltiples combinaciones de los colores que se funden con las infinitas pinceladas que emanan de la luz de Cáceres. Una acuarela, la del recinto amurallado, compuesta con la armonía del equilibrio histórico y artístico sobre un marco único, y donde hay que detenerse en el segmento de cada pincelada por las tonalidades y las perfecciones de luz… 

La ermita de San Antonio, en el Barrio Judío

Ahí radica el secreto del enigma, amigo viajero: La combinación de la hermosura de la luz de siempre, plasmada sobre los lienzos y bordada sobre los tapices de Cáceres, donde la luz surge cada instante, como un manantial, por el amplio y luminoso conjunto histórico-monumental…

Cáceres es luz, sobre todo luz, siempre luz. O, mejor, Luz, con mayúscula. Genuina, plenamente cacereña, que se pespuntea por todos los segmentos que vuelan por los aires y se expanden hacia todos los confines…

Entonces verás en esa Ruta de la Luz de Cáceres, numerosos haces de luz que brillan de forma majestuosa y bella… ¡Cómo se distingue, entonces, la luz con sabor de Cáceres…!

Palacio de Toledo-Moctezuma

Una luz que se conforma, a la vez, como toda la luz de Cáceres, que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser y para siempre

                                 en el esplendor de las esencias de tu alma,

                                 en el esplendor de las esencias de mi alma,

                                 en el caminar de los pasos entre la belleza

                                 que se abre por los horizontes y campas,

                                  en el hechizo de esas estampas serenas,

                                   y tan plenas, ay, de excelencia cacereña,

                                  que enamora de pasión, cálida y eterna,

                                  con las caricias de su luz entre murallas.

Cae la tarde sobre Cáceres entre una impresionante acuarela de colores

Quiero dormirme, una vez más, mecido por el abrazo de tus rayos de luz, Cáceres, con la imagen más honda y profunda, debajo de aquella tierra que pisaron tantas generaciones de diversas civilizaciones y culturas en una estampa

                                    hermosa siempre, sublime, tan sagrada,

                                    con los rasgueos y acordes de la guitarra

                                     de este pobre juglar, en la dulce serenata

                                    por la senda de tus callejuelas y tus plazas; 

                                    cuando arrobado en la noche, luz y calma,

                                    entona una melodía de amor…, una balada, 

                                    ante tus portones, balcones y ventanas,

                                    que retumba desde una tan bella atalaya,

                                    con el coro del silencio en la madrugada,

                                    hasta lo más alto de Cáceres, la Montaña.

                                    ¡Mi querida, preciosa y eterna estampa,

                                    Cáceres… siempre, en la luz de mi alma!

Adarve Alvarez de Castro

1: “Vanidad de vanidades y siempre vanidad”.

2: “La memoria de los justos es eterna”.

3: “No tenemos aquí ciudad permanente sino que buscamos la futura”.

4: La fotografía de Portada: Torre del Palacio de los Golfines de Abajo y Torre de la iglesia de Santa María

Fotografías: Portal Oficial de Turismo de Cáceres, David Díaz Pérez y Tomás González Hernández