Antonio Carlos Cabrera Pérez, un músico de honra raíz canaria, apasionado de la música de los años sesenta y setenta, que llevaba en sus venas, y a la que se dedicó durante mucho tiempo cantando por Las Palmas de Gran Canaria y Maspalomas nos ha dicho adiós tras una larga y cruel enfermedad.

Antonio Carlos, buena gente, de siempre tocó la guitarra, compañera de viaje permanente, de un bohemio que hizo de la música y de la canción la pasión de su vida y las delicias de los auditorios. Influenciado entregadamente a la música y composiciones de aquella extraordinaria generación de música, con The Beatles, Shadhow y otro, en su alma, deleitándose con el jazz, blues…

Una entrañable imagen de Carlos Antonio junto a la escultura de un acordeonista.

Y, como consecuencia, se buscó la vida por las cimas musicales, llegando a tocar con destacados artistas y en la casa de música Picholi, de aquella Gran Canaria, donde se fue ganando un gran prestigio, por su perfección y sensibilidad en el sonido. Y a caballo entre las salas de fiestas de la capital, como la sala sala Triana, y el sur que crecía por las vías del turismo.

Personaje de conformación humana, amigo de la charla, de la tertulia inveterada, un buen día conoció a José Luis Rueda, otro personaje de la misma música y sensibilidad, de muy estrecha amistad con el famoso y extraordinario conjunto de Los Pekenikes. Rueda fue vocalista del prestigioso conjunto «Acuario«, actuando numerosos años por diferentes lugares en las Islas Baleares, donde fue un ídolo. Hasta que desembarcó en Gran Canaria.

La música fue el punto de encuentro entre José Luis Rueda y Antonio Carlos Cabrera. Y mientras José Luis Rueda, en su exquisita sensibilidad musical, formaba dúos y tríos de la mejor canción para las noches de los pubs, restaurantes y salas de fiestas en Gran Canaria, se unió con Antonio Carlos Cabrera, naciendo una amistad entrañable, desde aquellos tiempos hasta hoy, actuando en salas como «Tamarindo» y otros centros de la música que causaban furor.

Amigos inseparables, deportistas ambos, y amantes del windsurf y del tenis.

Hace un tiempo Antonio Carlos Cabrera, que se había retirado a Pozo Izquierdo con sus soledades, sintió el dolor de una grave enfermedad, que le ha vencido finalmente en el pulso del tiempo, tras haber luchado como un jabato. Y el pasado jueves expiró a mediodía en la clínica San Roque, junto a la compañía, inseparable de José Luis Rueda y de otro músico como Enrique Estévez, propietario del pub «El Bucanero«, en Meloneras.

En su esquela mortuoria se lee: «Siempre seré yo mismo, mientras pueda escuchar mi guitarra y las olas del mar. Os espero allá donde esté«.

Adiós, querido Antonio Carlos