A escasos kilómetros del núcleo turístico de Maspalomas, tomando el camino del Barranco del Negro, crece, paulatinamente, la Planta Fotovoltaica Lopesan II, como prueba de modernidad. Y, a su lado, por el Lomo Las Presas, con el asfaltado tan solo de la carretera al medio, un núcleo chabolista alrededor del Calderín…
Dos estampas, dos imágenes, dos fotogramas, dos series de secuencias, la correspondiente a una planta fotovoltaica que avanza a una velocidad vertiginosa, por un terreno en el que hasta no hace demasiado tiempo crecían sandías y melones, y la representativa con una serie de chabolas que configuran dos mundos totalmente diferentes entre sí, con una inmensa distancia…
Camino del colegio Arenas Almas
Aunque esas estampas, esas imágenes, esos fotogramas, esas secuencias, cabalguen, qué contradicción, paralelos. Al menos en la representación de la geografía física. Porque esos dos mundos tan diferentes, el de la planta fotovoltaica y el que se abate con chabolismo, se encuentran solamente separados por la larga alambrada que rodea y protege a la fotovoltaica, una estrecha y minúscula carretera, sin arcenes… Un escaso puñado de metros tan solo, que distancian y diferencian, de modo notable, dos mundos, dos secuencias, totalmente diferentes y abismales. Mírese como se quiera mirar.
Subiendo hacia Calderín
En la parte humilde de la estrecha carretera, pasando por un no menos estrecho túnel, con su carencia de uniformidad en el asfalto, por el que no caben dos coches, que no invita a seguir adelante, se divisa a ambos lados un puñado de tierra abandonada y yerma. La mayoría de los pocos coches que circulan lo hacen con la lentitud propia de la mala carretera, que se llega, por un lado hasta el colegio Arenas Almas y una barrera ante la que se lee «solamente residentes».
En esa corta trayectoria ya se perciben ejemplos de chabolismo. Apenas si se divisa un alma. Cacarea alguna gallina, indómita, crece el silencio, rumorea el viento de la tarde sobre el sol primaveral que no cesa, se divisa una antena de televisión en un lugar recóndito, y hasta una zona azul en lo alto de una de las paredes de una pequeño monte, dando la sensación de que alguien va ganando un hueco y un espacio a la vida y al misterio de una especie de cueva.
Nos encontramos en una zona abandonada y desatendida, marginada, por parte de quien sea, situada en el Barranco del Negro.
Bordeando la fotovoltaica, que queda a mano derecha, ganando espacio a esos terrenos, que se van muriendo sin cultivos, subiendo una corta pero pronunciada cuesta, se perfila, a mano izquierda, un puñado de humildes casas se agolpan en el trayecto, según se sube a la izquierda, que representa alguna pequeña tienda, algún paisano caminando, algunos coches abandonados.
Imagen captada desde la subida al Calderín
El viajero va disparando, como buenamente puede, con el teléfono móvil, y con el fuerte sol, una serie de fotografías para cumplimentar el testimonio de una zona que duele a la vista, como debe de doler a las gentes que habitan en un lugar que se agolpa entre necesidades y carencias. Más aún, si se quiere, en un lugar, que, además de inhóspito, a tan solo un tiro de piedra de ese mundo gigante y de un avance continuado de una gran magnitud como el que representa el turismo –hoteles, zonas residenciales, vigilancia, restaurantes, tiendas de lujo, cuidados jardines, inmensos chalets, señales de alarma…
Mientras, subimos la pendiente del Calderín, con el reflejo de ese mundo que progresa de forma evolutiva en Maspalomas, destacando entre los lugares más privilegiados del panorama turístico español y europeo, y miramos a uno y otro lado, de forma curiosa e inquieta… Porque resulta inevitable que la mente del caminante no ondule en la configuración de dos mundos tan impresionantemente distantes, diferentes, distintos…
Desde el Calderín desviamos hacia la derecha. Un terreno desértico, apelmazado del abandono ya reseñado, basuras, latas, botellas… Y hasta aún se mantienen en pie aquellas viejas cucañas que levantaban los esforzados tomateros de hace cuarenta o cincuenta años…
Por la zona izquierda una serie de caminos que conducen a otros núcleos chabolistas, de miserias y de penas… O, quizás, donde algunos se curan de esta sociedad en sus silencios y sus pequeñas plantaciones de legumbres y verduras…
Otra imagen que duele en la mirada y en el alma del viajero
De esta forma se accede al Tablero, donde también crece, paulatinamente, hacia el camino que dejamos atrás, la modernidad de las nuevas viviendas adosadas, porque el Tablero rebosa de gente y necesita viviendas. Tal cual prometían en la campaña política que dio paso el sábado a la conformación de los nuevos mandatarios en los Ayuntamientos.
Otra imagen en el camino…
Ante un horizonte que se dibuja así: A la derecha, la planta fotovoltaica, atrás, el barranco, al frente El Tablero, a la izquierda, campos agonizantes, que, al final, afortunadamente, se tropiezan con bloques de viviendas…
Atrás unos núcleos chabolistas y un núcleo de vida, de sentimientos y de alientos, al que hay que ayudar todo lo que se pueda, desde la sensibilidad y la responsabilidad de todos…