Tomás Grimón, enamorado de su trabajo: «Los buenos churros se hacen con la mejor materia prima y mucho cariño».

Desde hace ya largos años se abrieron las puertas de «El Churrito«, enfrente de la iglesia de San Fernando de Maspalomas. La abrió un excelente profesional de las artes de la churrería, con Juan y Luisa al frente, elaborando el rico producto, que se divulgó en base a su calidad y sabor. Y, con mucho esfuerzo y muy amplia terraza, sacó adelante el negocio.

A la hora de la jubilación de Juan, un decidido grancanario, Tomás Griñón Viñoly (Las Palmas de Gran Canaria, 1970), que trabajó primero con camiones con las mercancías de JSP y posteriormente en la playa del Inglés como recepcionista y entrenador de paddle, se enteró del traspaso, recordó aquellos largos tiempos en los disfrutaba con los churros en un lugar tan prestigioso como la churrería «La Madrileña«, donde tantos desayunos y meriendas llevó a cabo, y se lanzó a la aventura del complejo mundo de la churrería.

Pero antes pactaron un acuerdo. Que Juan le enseñara, «a base de bien a elaborar unos buenos y exquisitos«. Así, pues, dicho y hecho.

Hace ya siete años que está al frente de su empresa, «El Churrito», se encuentra sumamente satisfecho de su trabajo y de esa clientela que, como señala, «siempre regresa a comer este producto tan extraordinariamente sabroso y rico como son los churritos madrileños» y ahí sigue, con su hija Zaida, batallando, cada día, por divulgar las esencias del buen churrito madrileño.

Para ello Tomás se encarga, personalmente, de elaborar una buena masa, como clave del churro, «sabiendo que ofertas un producto de extraordinaria calidad, sin conservantes ni aditivo alguno, ni grasa» y, como resultado, se ofrece «un excelente premio un producto de un sabor verdaderamente sabroso y de amplia trayectoria y tradición en toda España, que hasta he podido comprobar, y ya son siete años al frente del negocio, causa las delicias de los turistas, que llegan mucho hasta aquí, y de nosotros los canarios«.

Si bien es cierto, según señala el amigo Tomás, que las churrerías lamentablemente van decayendo porque da mucho trabajo y el margen de beneficios se estrecha por los bajos precios. Lo que no obsta para que Tomás, a base de horas de dedicación y de cuidar su negocio «con mucho cariño, con mucha entrega y con mucha pasión» lo esté defendiendo con «absoluta garantía de la mejor calidad«.

Lo que hace hirviendo el agua con el aceite y la sal a su punto, la masa bien elaborada y echando la harina hasta la consistencia, vigilando, eso sí, el cuidado del aceite y de la temperatura.

De tal forma que a ese proceso de elaboración Tomás se vuelca en ponerte todo del amor del mundo y posibilitar que se ofrezca el mejor churro y que el cliente salga contento y satisfecho de nuestra churrería y con ganas de regresar. Lo que, por cierto, hacen muchos clientes.

Del mismo modo y manera Tomás y su hija Zaida complementan el negocio, así mismo, con chocolate natural, «a base de remover mucho el mismo para darle mejor factura«, que también solicita mucha gente.

Además desde «El Churrito» también bocadillos de vuelta, de pechuga, de lomo, de bacon, de pata de cerdo, de pan con tomate», de jamón, de queso, y sandwichs de numerosas variedades.

Hace ocho meses tan solo «El Churrito» ha abierto sus puertas, también, en Vecindario. Con el local denominado «Siboney».

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