La Travesía de Triana, enclavado en un barrio típico de Las Palmas de Gran Canaria, como es el de Triana, es un restaurante por el que hay que pasar, al menos, una vez en la vida. Repetirá. Pero, antes, reserve mesa.

Por JUAN DE LA CRUZ

Un lugar de encuentro, entre los recovecos de una zona atractiva y sugerente, que se impregna de comercios, de tiendas, de bares, de turistas, de vecinos, de curiosos, de paseantes enamorados de los sugestivos atractivos del barrio, que, en el año 1993, fue declarado como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Conjunto Histórico, por el Gobierno de Canarias. Cuidado con elegancia artístico-contemplativa, se disfrutar del sabor que emana entre los aires, los rincones, los escaparates, los colores, la excelencia de sus comercios y tiendas… ¡Ah! Y de esos olores que salen de las cocinas, fogones y figones, que se diversifican entre miles de gustos.

Habiendo reservado la mesa mi querido amigo Pablo Santana Darias, conocedor de la cultura gastronómica canaria, no podía equivocarse.

Paseamos inducidos por la seducción de Triana, curioseamos por el jugueteo de las calles apresadas entre restaurantes, bares, cafeterías… Por esas estrechas calles del barrio, por las que hay que caminar casi de perfil, disfrutando las balconadas, el ambiente, las terrazas repletas, el murmullo popular, y contemplando el minúsculo cielo que se deja entrever, llegamos a «La Travesía de Triana«. Domingo, dos y media de la tarde, llena, a rebosar. Una entrada pequeña, con una barra atractiva, un desfile de platos, jamón ibérico de bellota, de anchoas de Santoña, de queso de Flor, de setas con yema, de cecina de León…

Mientras esperamos en la barra, el jamón ibérico de La Travesía de Triana es una provocación

Con ese ambiente de rumor de parroquianos, donde todos se apretujan para dejar un hueco ante la barra, con una cerveza que pasa por lo alto, el restaurante se hace familiar, quizás por su estrechez, quizás por muestrario, quizás por el apelotonamiento de clientes. Lo que siempre es una buena señal…

En llegando nuestro turno, cruzamos el largo pasillo, dejando a la izquierda el ajetreo de la cocina, y accedemos a un comedor clásico, atractivo, bien diseñado, con cuidado, distinguido. El camarero es amable, servicial… Y decidimos compartir unas papas bravas, unas croquetas, unos judiones con chorizo, unas carrilleras, y un buen vino.

Las papas bravas de La Travesia de Triana: Chapó.

Todo va llegando con rapidez operativa. El menú, siguiendo ese cruce entre los comensales y el camarero, se acerca a la mesa con ese cuidado del tiempo y no poniendo platos sin parar.

Las papas bravas, para no engañarnos, son una delicia. Bien hechas, con sabor a campo canario, doradas, brillantes, con un huevo roto por encima, desprendiendo la yema sobre las papas y con una base de pimentón que facilita una entrada y sabor a gloria bendita. Muy bien hechas. Y con la compañía de unas rebanadas de pan artesanal que distingue el gusto de la mano que pilota «La Travesía de Triana«.

El agradable y rico vino «Caldera«, canario, entra de forma seductora, la charla, mientras llegan unas croquetas, a caballo entre el bacalao y el jamón, de excelente textura, crujientes, sabrosas, que desprenden una nueva y favorable opinión por parte de los comensales, que ya desprenden sus buenas impresiones de la cocina.

En esas se nos presenta una cazuela de judiones con chorizo. Un plato elaborado con ese sabor histórico y excelente de la buena mesa tradicional peninsular y que, en tiempos de invierno, dan cuerpo y vida a cuantos degustan del plato, que en «La Travesía de Triana» resulta de excelente engranaje, facturación y conformación.

Los judiones con chorizo que tanto gustaron a nuestro querido amigo belga Rudi.

Los platos se van compartiendo con ese deleite de la buena mesa, con la magia de la charla amiga y ese compás alternativo que marca el sabor del delicioso vino tinto que nos acompaña.

El siguiente plato se conforma con el hechizo de unas carrilleras estofadas. Una receta elaborada con otra marca especial de la casa, con la carrillera degustándose casi sin mascar y con un sabor que hemos de definir, sencillamente, como delicioso.

Las carrilleras de La Travesía de Triana… ¡Tela marinera…!

A la hora del postre optamos por compartir un tocinillo de cielo, que pareciera salido de un horno conventual, y huevos mole con gofio.

Un café pone el punto final a una selección de platos de extraordinaria calidad, con un menú que resultó de plena satisfacción por parte de los comensales. Bien elaborados en el interior de una cocina, hasta donde pudimos concluir los comensales, con una mezcla y combinación de ingredientes que le dan prestancia y calidad al plato, llegando dos en su punto a la mesa y con una concordancia de componentes que distinguen a «La Travesía de Triana» con un notable, como puntuación global.

La buena relación entre la calidad y el precio marca una tónica de satisfacción mientras repasamos esa carta por donde quedan otros platos–como pueden ser para una nueva cita con «La Travesía de Triana«, donde prometemos volver para poder disfrutar de tan buena cocina. Acaso lomo alto de vaca, atún macerado, ensalada de ventresca, solomillo de cordero. ¡Quién sabe…! Y, a la vez de una atención muy amable por parte del servicio. Al tiempo, de un lugar selecto.

LA TRAVESÍA DE TRIANA

Calle: Lagunetas, 11

Telefóno: 928/371665