Aprovechando el calor primaveral, que atiza estos días a base de bien, los patitos se dieron un bañito.
Por Juan de la Cruz
La verdad es que ya hacía tiempo, aunque ignoramos por qué, que no le dedicábamos unas líneas a las patas y los patitos que anidan enfrente del Parque Sur, alegrando con su colorida estampa la vista de cuantos transitamos, ya sea a pie, ya sea en coche, ya sea practicando deporte, por ese lugar que miman los jardineros de la zona.
Aunque últimamente no se ven demasiado, y solo, la mayoría de las veces, los adultos. Quizás, por aquello de que son más expertos y tranquilos, conocen de sobra su espacio y no se llegan, ni tan siquiera por un despiste, hasta el asfalto.
Los patos adultos son muy agudos y listos.
Bien es cierto que hacía tiempo que a los numerosos patitos que moran en esa original y preciada colonia de patos, en un lugar privilegiado, en el son muchos los que les dan de comer y cuidan, además de la jardinera que los mima con encanto, se les ve poco el pelo. Mejor dicho, se le ven poco las plumas a los miembros de la amplia colonia y población de patos que anida, cómodamente, allí. Quizás, acaso, porque los cuidadores, los jardineros, alejan a los patos, a las patas y a los patitos más allá de la frontera que marcan el borde entre el jardincillo minúsculo que bordea la carretera con la parte de arriba y que se embellece de verde.
El sábado por la mañana, camino de tomarnos una cervecilla y una parrafada con los amigos, nos sorprendimos con la estampa de un puñado fraternal de patitos que, dando rienda suelta a su instinto animal, se iban introduciendo lenta, pausada, así como clandestinamente, y en grupo –uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y hasta nueve patitos de una sola pollada– en las aguas del pequeño estanque, creado para ellos, a fin de relajarse y refrescarse contra el calor a través de un cómodo y sereno bañito. Una gran forma de mitigar las altas temperaturas con azotan el mediodía de Maspalomas.
Eso sí, toda la secuencia de esa película del periodista, se iba articulando, fotograma a fotograma, bajo la atenta mirada de la pata madre que no les quitaba el ojo ni un segundo a sus patitos. ¡Hasta ahí podíamos llegar…!
Un baño cuidado, sin prisas, nadando hacia allá y acullá, sosegado, tranquilo, el de los patitos que se encuentran atravesando ese paso de los primeros días de su vida, mientras los mismos permanecen ajenos a cuantos nos dedicamos a observarlos, siquiera sea un pequeño puñado de segundos, y deleitarnos con una estampa que, ya, apenas se aprecia por estas sociedades tan frías, tan distantes…
Después del baño, ignoramos si a un grito de la madre pata, la manada de patitos se encaminó en un desfile tras ella. ¡Un, dos!, ¡Un dos!, ¡Un, dos! Y con las mismas, se marcharon, con la música a otra parte, y se marcharon cuesta arriba, perdiéndose en el pequeño horizonte.
Unas estampas dibujadas tiernamente por los patitos, que supone todo un respiro de color y de belleza a cuantos nos detenemos ante ellos y admirar unas imágenes tan llamativas, tan curiosas, tan peculiares, y, al tiempo, ya, tan familiares.