Aprovechando el calor primaveral, que atiza estos días a base de bien, los patitos se dieron un bañito.

La verdad es que ya hacía tiempo, aunque ignoramos por qué, que no le dedicábamos unas líneas a las patas y los patitos que anidan enfrente del Parque Sur, alegrando con su colorida estampa la vista de cuantos transitamos, ya sea a pie, ya sea en coche, ya sea practicando deporte, por ese lugar que miman los jardineros de la zona.

Aunque últimamente no se ven demasiado, y solo, la mayoría de las veces, los adultos. Quizás, por aquello de que son más expertos y tranquilos, conocen de sobra su espacio y no se llegan, ni tan siquiera por un despiste, hasta el asfalto.

Los patos adultos son muy agudos y listos.

Bien es cierto que hacía tiempo que a los numerosos patitos que moran en esa original y preciada colonia de patos, en un lugar privilegiado, en el son muchos los que les dan de comer y cuidan, además de la jardinera que los mima con encanto, se les ve poco el pelo. Mejor dicho, se le ven poco las plumas a los miembros de la amplia colonia y población de patos que anida, cómodamente, allí. Quizás, acaso, porque los cuidadores, los jardineros, alejan a los patos, a las patas y a los patitos más allá de la frontera que marcan el borde entre el jardincillo minúsculo que bordea la carretera con la parte de arriba y que se embellece de verde.

El sábado por la mañana, camino de tomarnos una cervecilla y una parrafada con los amigos, nos sorprendimos con la estampa de un puñado fraternal de patitos que, dando rienda suelta a su instinto animal, se iban introduciendo lenta, pausada, así como clandestinamente, y en grupo –uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y hasta nueve patitos de una sola pollada– en las aguas del pequeño estanque, creado para ellos, a fin de relajarse y refrescarse contra el calor a través de un cómodo y sereno bañito. Una gran forma de mitigar las altas temperaturas con azotan el mediodía de Maspalomas.

Eso sí, toda la secuencia de esa película del periodista, se iba articulando, fotograma a fotograma, bajo la atenta mirada de la pata madre que no les quitaba el ojo ni un segundo a sus patitos. ¡Hasta ahí podíamos llegar…!

Un baño cuidado, sin prisas, nadando hacia allá y acullá, sosegado, tranquilo, el de los patitos que se encuentran atravesando ese paso de los primeros días de su vida, mientras los mismos permanecen ajenos a cuantos nos dedicamos a observarlos, siquiera sea un pequeño puñado de segundos, y deleitarnos con una estampa que, ya, apenas se aprecia por estas sociedades tan frías, tan distantes…

Después del baño, ignoramos si a un grito de la madre pata, la manada de patitos se encaminó en un desfile tras ella. ¡Un, dos!, ¡Un dos!, ¡Un, dos! Y con las mismas, se marcharon, con la música a otra parte, y se marcharon cuesta arriba, perdiéndose en el pequeño horizonte.

Unas estampas dibujadas tiernamente por los patitos, que supone todo un respiro de color y de belleza a cuantos nos detenemos ante ellos y admirar unas imágenes tan llamativas, tan curiosas, tan peculiares, y, al tiempo, ya, tan familiares.